El
abandono
de
la
Administración
provoca
su
deterioro
Una veintena de personas pudieron comprobar este sábado, 30 de marzo, parte del rico
patrimonio histórico-rural que tiene la comarca del Alto Palancia y el estado de
abandono al que lo tienen sometido las distintas administraciones. Comprometeos con
Navajas, un colectivo que desarrolla iniciativas para impulsar la vida social, cultural y
ambiental de esta zona, organizó la ruta histórico-reflexiva La lucha por el agua para
dar a conocer la belleza de diversos parajes y de sus construcciones hidráulicas,
denunciar su actual deterioro y revivir el esfuerzo que han realizado las poblaciones de
Navajas, Segorbe y Altura por aprovechar los recursos hídricos de la comarca.
La ruta comenzó en la plaza del centenario Olmo de Navajas a primera hora de la
mañana y realizó la primera parada a escasos metros: la Fuente del Lugar, que recibe su
nombre por ser la más cercana a la vecindad y hace referencia a la categoría que tenía la
población como “lugar”; a su lado se encuentran los restos de un molino que no hace
más de medio siglo abastecía de harina al pueblo. Cuando el trigo empezó a escasear, el
Tío Molinero dejó de usarlo y el paso del tiempo marcó su huella; hoy está
semiderruido sin que ninguna autoridad municipal ni autonómica haga nada para evitar
que siga cayéndose.
Siguiendo río abajo descubrimos el vestigio sobre las rocas de lo que fue la cascada
conocida como Chorrador del Bicho, seca desde que la acequia que la surtía fue
destruida por la urbanización que se construyó encima. Un poco más adelante nos
detenemos en la Fuente de la Peña, que funciona desde 1912 y es una de las numerosas
fuentes del lugar a las que se atribuye propiedades medicinales.
La expedición hizo un alto a los pies del imponente Salto de la Novia para reconstruir la
leyenda que dio nombre al lugar. Tradicionalmente, las novias de Navajas invocaban
fertilidad y abundancia saltando entre dos rocas que aún existen donde se estrecha el
cauce del río. Un día, una joven no alcanzó la otra orilla y se la tragó un remolino. El
novio saltó al agua para ayudarle, pero corrió la misma suerte. Los cuerpos aparecieron
abrazados donde hoy es la zona de baño del río. Actualmente el paraje mantiene su
belleza aunque los participantes en la ruta lamentaron que en muchas ocasiones se
acumule la basura sin que nadie la recoja.
Entre la hermosa vegetación del río se vislumbra una barrera construida por el ser
humano: el azud de la Barsella, la presa que desvía agua hacia Navajas gracias a la
concesión real de María de Luna. La reina otorgó este derecho a los lugareños frenando
las aspiraciones de Sagunto, que exigía que todo el caudal del Palancia llegara hasta sus
tierras. María de Luna compensó a los saguntinos con una barsella llena de oro. Sin
embargo, las luchas históricas por el agua no acabaron con la mediación real.
Poco después de que a finales de la década de los 50 del siglo XX se construyera el
pantano del Regajo, se habilitó un canal con el objeto de conducir el agua directamente
hasta Sagunto evitando el azud de la Barsella. Actualmente, el canal no se emplea, pero
aún permanece en pie.
La ruta continuó hasta Segorbe para visitar los Cincuenta Caños (uno por cada provincia
española), la Fuente del Argén (de donde tomaban el agua los plateros y donde, según la
leyenda, beber de su caño en luna llena protege de ciertas enfermedades) y el Acueducto
levantado por los árabes en el siglo XI para traer el agua del manantial de la Esperanza.
Adentrándonos en el término municipal de Altura llegamos hasta los restos del antiguo
molino de los frailes de la Cartuja de Vall de Crist, habilitado a finales del siglo XIV.
Tras la desamortización de los bienes de la Iglesia se convirtió en una fábrica, pero
conservó buena parte de la estructura del viejo molino. Ahora permanece abandonado.
Similar suerte ha corrido el batán, la instalación hidráulica donde los cartujos
transformaban la lana de su abundante ganado en paño. Los restos de esta histórica
construcción se consolidaron, pero actualmente nadie se encarga de conservarlos –ha
desaparecido hasta la puerta de entrada que los protegía- ni de ponerlos en valor para
que puedan ser apreciados.
Tras cinco horas de recorrido, la ruta acabó en el manantial de la Esperanza. Las y los
caminantes mostramos nuestra satisfacción por haber participado en una de las
escasísimas actividades de educación cultural y ambiental desarrolladas en Navajas. Por
eso, Comprometeos con Navajas va a ofrecer la posibilidad de realizar esta misma ruta
u otras similares a los colectivos o grupos de personas que estén interesadas en disfrutar
de estas riquezas naturales porque, como dijo una de las excursionistas, “si no conoces
las cosas, no las puedes amar”